CróniCa de un Recreo /David Torcuato/

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Hoy me tocaba guardia de vigilancia en el patio de recreo. La zona que me correspondía era una esquina de los campos de deporte, muy cerca de la buganvilla fucsia que rodea el patio. La mañana estaba soleada y daba gusto sentirse un poco gata apostada en el patio, disfrutando de los rayos del sol en diciembre.

Miraba de cuando en cuando a los niños de sexto jugar al fútbol, completamente inmersos en su actividad, como si de un encuentro importante se tratara.
Entonces, no sé por dónde, llegó David.
-Maestra...me puedes decir por favor....¿por qué los niños mayores se comportan como bebés?
Yo, todavía extrañada de aquella pregunta que había surgido casi de la nada entre el chillerío general, lo miré y le dije: -¡Eso mismo me llevo yo preguntando hace años!
Él se quedó por allí cerca, comiendo un enorme bocadillo de chorizo. Entonces, intrigada le pregunté:- ¿Y de qué curso eres tú?
-¿Yo? ¡De primero!
Claro!, contesté. Ahora entiendo tu confusión.
-Mi hermano, continuó entonces contando, también es un poco tonto. Se hace el "finolis" delante de sus amigos, pero luego es un bruto y no sabe nada. Cuando él se va, yo se lo digo todo a sus amigos para que también lo sepan.
-¿Y cuantos años tiene tu hermano, "el finolis"? pregunté alucinada.
-¡Diecisiete! Pero no se entera de nada.
-¿Y tú sabes mucho?, quise averiguar.
-¡Claroooooo! ¡Si por eso me pasaron de parvulitos con matrícula de honor!
-Jolín, dije yo. ¿Y cuánto es matrícula de honor? quise saber, ante el uso por su parte de ese término académico tan añejo y adulto.
Entonces, por un segundo, él dudó. Aunque pronto le surgió la espontánea respuesta: -Pues debe ser algo así como pasar de curso con otra maestra, porque ¡a mí me cambiaron!
Yo dí un estallido de la risa, y lo abracé sin poderme reprimir. Entonces le expliqué (no sé para qué, porque su explicación me gustaba más) que matrícula de honor significaba obtener un diez en las evaluaciones.
David siguió pensando sentado a mi lado. De nuevo habló él: -Yo de mayor voy a ser catedrático.
-¿¿¿Catedrático???? dije yo. ¡Qué bien! ¿Y qué hacen los catedráticos?
-Pues los catedráticos, dijo él, son los que enseñan a los maestros. Por eso tienen que saber mucho.
Ah!, es verdad, pensé. ¿Y a tí te gustaría enseñar a los maestros? ¡Mira que somos un poco "enteradillos"!
Lo sé!, contestó. Pero primero seré maestro, que es más fácil, y luego seré catedrático, que es más complicado.
Por supuesto!, concluimos los dos.
Un poco intrigada por su acertado punto de vista le seguí preguntando - ¿Y tu maestro Rafael es muy listo?
De pronto los ojos se abrieron como dos platos, y su boca , que todavía seguía masticando el bocadillo de chorizo, se abrió por completo: -¡¡Mi maestro es listíiiiiiiisimo!! Fíjate si es listo... ¡que sabe pintar una pera!
-¿Una pera?, eso sí que me dejó fascinada. ¿Y como lo hace?
-Pues hace dos círculos juntos en la pizarra, y luego borra el centro, contestó.
Y ya quedé rendida a los pies de mi compañero Rafael, que pintaba peras divinas, y con David que me tenía abducida.
Entonces sonó el timbre, con unos minutos de retraso, y me acompañó hasta mi fila para recoger a mis alumnos y entrar de nuevo a clase.
¡Ufff! Estoy deseando que me toque de nuevo vigilar el recreo para seguir conversando, si él quiere, con mi amigo David. Un futuro catedrático de maestros.
/AnA GalinDo/

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2 comentarios

  1. Los niños nunca dejan de sorprender y a esas edades son maravillosos porque no reparan y hablan con toda la claridad que los adultos perdieron con el tiempo.
    Un beso grande

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